El novelista y periodista inglés George Orwell, también conocido por su gran obra “1984”, plasma, en la excelente sátira “Rebelión en la granja”, un rechazo al totalitarismo llevado a cabo por el régimen Stalinista, impulsor de la Revolución bolchevique y conductor de los atroces sucesos en la Gran Purga de finales de 1930.
Es una novela sencilla y expresamente narrada como una comunidad de animales de granja que se rebelan contra su dueño, el campesino Jones, con el fin de mejorar las políticas aplicadas por este, y conseguir una mejor calidad de vida, con más derechos para ellos; los trabajadores, y el utópico deseo de lograr la igualdad entre todos. La idea de la rebelión es utilizada para derrocar al humano tiránico y abusivo que utiliza a los animales como herramientas de producción para el beneficio propio.
La analogía entre los acontecimientos históricos y la fábula, es la representación de la economía planificada de Stalin en el año 1928, el centralismo y la colectivización que llevaría a la creación de los famosos Koljós (granja colectiva), asumiendo así, una socialización de los medios de producción y dejando en un segundo plano a la necesidad del mercado como producto del capitalismo. Política económica que fracasó e implicó la creación de campos de trabajo forzoso, el Gulag, y fue responsable de la aterradora hambruna soviética de 1932 – suprimida hasta la llegada de Gorbachov en 1986-.
Los cerdos de la granja, que entre el falso discurso comunista y las promesas de un nuevo mundo prospero maniobrado por los propios animales, emergen como los líderes del grupo de rebeldes. Pero a medida que los cerdos se van dando cuenta de que el resto de los animales de la granja obedecen sin cuestionarse absolutamente nada, dejan de trabajar a la par y se ocupan solamente de dictar las tareas al resto, en contra de sus principios políticos y de su propia filosofía partidaria. El proletariado animal terminará siendo explotado también bajo este nuevo régimen, obteniendo a cambio lo indispensable para vivir.
El personaje de Napoleón es identificado como Iósif Stalin y Bola de nieve como León Trotski. Enfrentados ideológicamente dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética, Trotski, lideraba la fracción conocida como la oposición de izquierda, abierta a llevar el comunismo al mundo a través del internacionalismo, y Stalin, una política distinta; el “socialismo en un solo país”, a contracorriente de lo que había formulado Marx y llevado a cabo Lenin durante la Revolución. A través del excesivo poder fascista de Stalin, mediante acusaciones y una persecución incesante del propio partido, hizo que Trotski se exiliara de la Unión Soviética para luego ser asesinado en México, por un agente de la NKVD.
Las rivalidades internas harán que la rebelión en la granja fracase y se aprecie esa perpetua ambición de poder en los sistemas políticos totalitarios, que en torno a beneficios individuales terminan por corromper cualquier idea colectiva de civilización. Tal como lo hizo el régimen de Stalin, lo siguen haciendo los diferentes movimientos comunistas, fragmentando naciones enteras en nombre de los intereses de la clase obrera.
Pero esta fábula no solo es significativa por el paralelismo a la histórica corrupción y maniobra de la Unión Soviética, sino también por las dificultades que asumió Orwell para poder publicarla debido a la coyuntura del sistema político internacional de la época. El libro es escrito durante la Segunda Guerra Mundial y publicado en 1945 pero se da a conocer al mundo recién a finales de 1950.
A la mayoría de los intelectuales y editoriales británicas les resultaba ofensivo que se contara sobre Stalin al mundo, y la equivalencia que hacía el autor de los cerdos con los soviéticos. Claramente, esta censura se trataba meramente de decisiones individuales, de aquel “patriotismo y cobardía” inglesa producto de una doctrina de acatamiento, que quería seguir defendiendo el prestigio de la Unión Soviética con el fin de garantizar el bienestar de la relación anglo-rusa.
Por este motivo, Orwell incluye en la edición de esta obra, una descarga sobre la libertad de expresión y la censura que no tiene desperdicio, y hace mención a la noción de tolerancia intelectual en nuestros tiempos: “Ante todo, un aviso a los periodistas ingleses de izquierda y a los intelectuales en general: recuerden que la deshonestidad y la cobardía siempre se pagan. No vayan a creerse que por años y años pueden estar haciendo de serviles propagandistas del régimen soviético o de otro cualquiera y después pueden volver repentinamente a la honestidad intelectual. Eso es prostitución y nada más que prostitución”.
Estimada Carolina, no se si puede leer lo que escribo acá pero le recomiendo también al escritor Stefan Sweig. Saludos
Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.
Muy buena la columna de lecturas. Hace falta volver a la cultura por la que Uruguay fue reconocido en su momento. Arriba Luperos!