La bondad es más fuerte que la maldad, los sentimientos humanos son más fuertes que cualquier estrategia tecnológica de desunión y enfrentamiento, de caos y aniquilación.
Si uno observa la historia de la humanidad, mira el presente e intenta hacer una proyección de la raza humana, nos resulta increíble y asombroso el haber podido sobrevivir a tanta maldad y cómo no nos hemos extinguido aún, pero lejos estamos de advertir que entramos en un embudo y será difícil salir de él.
La destrucción de todo lo que conocemos está en nuestras manos, esas mismas manos que pueden cambiar el rumbo incierto de las cosas. En nosotros habita la bondad y la maldad, debemos pensar detenidamente a qué parte alimentamos y a cuál le debemos declarar la guerra.
Esa guerra es individual, es en nuestro interior. Cada paso que damos y cada palabra emitida, automaticamente pasan a ser parte del pasado y con él una marca, una huella, un indicio, un hecho, un momento y así le damos forma al transcurso del tiempo.
Creer en Dios o no creer en él no te hará más sabio, es una discusión irrelevante si queremos hacer de nuestro mundo un lugar mejor. Esto no se logra embanderándose de eslóganes ideológicos ni políticos. Somos millones de micromundos y no de esos que se encuentran en ordenadores, tu micromundo es el entorno que generes de forma individual, tus conexiones, tus amistades, tu familia, tus decisiones, tu trinchera en estos tiempos violentos.
Somos arquitectos de nuestro destino, somos la pieza clave de todo lo que nos sucede, somos hoy el producto más buscado por los que quieren emular a Dios y dominar la tierra, megalomanos hambrientos de poder, esos sólo quieren el mundo para ellos mismos y sin darnos cuenta se lo estamos entregando en bandeja de plata.
Los movimientos obreros solo luchan contra la máquina que se impone ante el hombre y la dignidad que le otorga el trabajo. Los políticos sólo sirven a los poderes de la élite y nos arrean como ganado al barranco. La tecnología quiere suplantarnos y en su búsqueda constante de crear vida inteligente, nos mata a uno por uno en cada experimento, ese es el problema mayor.
Las religiones por su parte, sólo nos han enfrentado, segmentado y fragmentado. No existe pueblo elegido por ningún Dios, sólo seres humanos confundidos y con temor. La minoría más fuerte y más débil es el individuo y es por eso que nos estudian de manera personal, nos dominan a uno por uno y así crean focos de confusión e ira. Pequeños soldados manipulados para servir a su fin nefasto, diezmar a la población mundial para dar paso a una idea inmunda de «nuevo comienzo», de reseteo del ser humano y con él un nuevo mundo sumiso, donde el poder y el dominio sólo lo tengan unos pocos.
Nos resguardamos de la lluvia, nos protegemos del viento, nos abrigamos para cubrirnos del frío, nos hidratamos para sobrevivir al calor, pero no hemos aprendido aún, cómo protegernos de la manipulación y el control al cual estamos sometidos.
Las redes sociales están diseñadas para reforzar los pecados capitales, para hacernos sentir especiales con cada «like», importantes con el número de seguidores, bellos con cada foto con filtros, aceptados con cada comentario, nos generan la sensación de estar conectados con muchas personas mientras nos alejamos de nuestros afectos, de esas personas que nos conocen de verdad, que nos quieren de verdad, es así que las redes pasan a ser nuestra máscara de felicidad para ocultar que estamos totalmente rotos.
El perro es el mejor amigo del hombre decían, hoy lo es su celular. Por eso la adicción, ya que eliminar nuestras redes sociales significaría sacarnos la careta y mostrarnos tal cual somos. Eso nos llevaría a intercambiar con el otro, a reunirnos de manera presencial, a dialogar mirándonos a los ojos, para sentirnos más cerca, más fuertes.
Cuando dejamos de creer en nosotros mismos, pasamos a creer lo que otros digan de nosotros y con eso nuestra personalidad se diluye. Una persona sin personalidad no tiene criterio propio, no piensa libremente, no actúa conforme a su conciencia, no trabaja para ser mejor o superarse, sólo trabaja para ser aceptado por algún grupo. El colectivismo sólo intenta destruir el individualismo y con el todo rasgo personal, lejos está de ser un conjunto de individuos libres, sólo fomenta la eliminación del «yo» por la concepción rebaño del «todos».
Los colectivos sólo buscan adherentes para luego sumarse a una facción religiosa, política o ideológica. Somos como nuestra huella digital, únicos e irrepetibles, y debemos pensar como lo que somos, individuos sí copia.
Solo creciendo de manera individual, viendo el mundo de manera individual, nos hará trabajar sobre nosotros mismos y así crear un micromundo mejor y en la suma de ellos, un mundo mejor. Lo demás es falacia financiada, romantizada y estereotipada. No se puede reforzar la unión de personas destruyendo su personalidad o demonizando su libertad de pensamiento.
Pertenecemos a un grupo si, a un colectivo de seres humanos habitando un planeta. Pero la responsabilidad de hacer de él un lugar mejor para las nuevas generaciones, es una tarea individual.
Debemos luchar personalmente contra las estrategias de manipulación, debemos dejar de perder tiempo en discusiones ideológicas y darnos cuenta que la única que no discrimina es la muerte. No dejemos que nuestro yo muera sin haber intentado hacer algo mejor por nuestra vida y la que creemos.
El mundo no está podrido, no hay cambio climático, no hay peste ni virus letal que cree la naturaleza ya que la naturaleza es sabia, lo podrido está en nosotros mismos y en ello hay que ponerse a trabajar. Mejorando lo que somos o intentándolo, seremos parte de un gran colectivo sin eslogan, simplemente seremos humanos.
Somos lo que hacemos y si no hacemos nada eso somos, nada.
Cuan cierto, cada palabra, cada punto, cada coma. Jamás pensé que llegaría a ver con mis propios ojos tal nivel de destrucción. Tantas ansias de poder, totalmente enfermo, donde nada importa más allá del dominio y control. Del otro lado. la inmovilidad, la sumisión, al grado de permitir que decidan si somos o no, quien queda y quien se va. Tengo un lugar en éste mundo, y no se lo dejaré por mi voluntad a nadie.
En completo acuerdo. Si cambia de manera de pensar el individuo echando a un lado su ego, la humanidad y el planeta lo agradecerán.
Grandes certezas que el autor nos enrostra, no con el ánimo de destruirnos moralmente sino de alimentar nuestro espíritu.Pocas personas se atreven hoy a publicar esas verdades que duelen, por objetivas y diáfanas, pero que se hace necesario e impostergable decirlas a viva voz para lograr ese despertar a la vida universal..Gracias Nicolás..Me haz alimentado el Alma..